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14 enero 2010

En las tierras de Ali Pachá.

Uno de los placeres de viajar por los balcanes es esta posibilidad de revivir reinos y personajes de aventuras, pero de los que existieron de verdad. Ali Pachá fue de esos. Un pachá nacido en el pueblecito albanés de Tepene que montó por estas tierras un reino caprichoso, personal y novelesco.
La biografía de este tipo daría para muchos libros de género variado: de historía, de aventuras, de viajes y hasta cómic. Empezó su carrera en una banda de salteadores capitaneada por su madre y eso le sirvió para ir ascendiendo en el mundillo otomano de entonces. Se sometió a un Sultán, se alió a un par de Pachás y se lanzó a conquistarse un chiringuito. Con mucho éxito, todo hay que decirlo. Sus dominios llegaron a incluir casi toda Albania, Grecia occidental y el Peloponeso. Todo suyo. Y montó su corte en Ioannina.
La ciudad vive del lago y del recuerdo de Ali Pachá. A Ali Pachá los griegos le tienen tirrria, o envidia. Lo despachan diciendo que era un aventurero tremendamente cruel. Luego, por lo bajini, te dicen que tenía un harem de trescientas chicas jóvenes a las que renovaba periódicamente. Supongo que en estas tierras aún asustan a los niños rebeldes diciéndoles que va a venir a por ellos. Su atrocidad más repetida (dicen que hay canciones populares sobre ello, pero yo no las he oído) es el crimen de la bella Kira Frosini, una historia apasionante.
Kira Frosini era verdaderamente guapa, y griega. Era mujer de mucha personalidad y casada. Tuvo un romance largo e intenso con el hijo del Pachá y cuando éste se enteró, mándó que la detuvieran no está claro si por envidia o por adúltera: hay quien dice que la chica no dudó en liarse también con el propio Pachá, pero otros dicen que fue él el que se moría de ganas de forzarla. El caso tras un tiempo con la moza encerrada, Alí Pachá superó sus dudas y aceptó finalmente condenarla a muerte. A ella y a otras 16 mújeres adúlteras (y griegas) que había en la prisión. Las arrojaron todas al lago con piedras en los pies... y se convirtieron en heroínas de la lucha griega por su independencia frente al turco. Prueba de lo mucho que luce ser guapa y morir joven. Y de lo ingrata que es la gente, porque ali pachá también financió y protegió a casi todos los luchadores griegos por la independencia.
Ioannina hoy es una bonita ciudad griega repleta de bares, tabernas, restaurantes, cafés, ousurías y establecimientos del estilo. A orillas de un lago. El lago y las tabernas son los principales alicientes de Ioannina, aunque que las guías hablarán más de su ciudadela. La ciudadela también tiene su encanto. Es un barrio que ocupa una pequeña península sobre el lago, rodeado de murallas enormes. Dentro de la ciudadela hay dos colinitas, al borde casi del lago, y en cada una, una mezquita. Los griegos, extrañamente, las han conservado. También la tumba de Ali Pachá. La ciudadela es curiosa, pero tiene poco encanto, pese a las calles estrechas.
Tuvo más encanto una madrugada de lluvia que nos dio por pasear por la única esquina del barrio que aún es un erial, junto a la biblioteca otomana. Quizás haya que ir siempre borrachín y de madrugada para disfrutar del lugar. Desde aquí, el famoso Pachá pactó con Napoleón, primero. Después con los ingleses, que lo habían vencido, porque los pachás, como el corcho, siempre flotan. Y aprovechando la coyuntura Lord Byron, que amigo del médico de Ali Pachá, se pasó unos meses instalado aquí, en la corte. Pero Lord Byron se parece muy poco a Corto Maltés y no supo disfrutar del encanto del juego de espías ni de las noches en la ciudadela. Se dedicó a escribir poemas que hablan de montañas que al atardecer se desangran en el lago. Corto habría disfrutado del harem, de las tabernas y de los espías.
En todo caso, si Ioannina existe es por el lago. En Ioannina hay un lago y en el lago hay una isla. Y en la isla un pueblo. Y en pueblo... en el pueblo vive gente. Gente rara.
La isla se llama Nisi. Hasta hace poco vivía exclusivamente de la pesca y del cañaveral. En las fotos antiguas se ven las calles llenas de peces puestos a secar y mujeres tejiendo haces de juncos. El pueblo sube por una colina desde una orilla convertida entera en muelle y plagada de barcas y aparejos de pesca. Es diminuto. Hay menos casas que barcas. Sin embargo, la pesca ha traído al turismo y el turismo casi acaba con la pesca. Me explico: por alguna extraña razón los pescadores reservaron la exclusiva de lo mejor de su pescado a varios restaurantes de la propia isla (en las pescadería de Ioannina hay muchas más sardinas y pulpos que carpas). Eso fomentó un turismo "de día" a la isla desde Ioannina, que no paró de crecer. Es un negocio redondo para Nisi. los barcos que llevan y traen a los turistas son de aquí. Por todo el pueblo han florecido restaurantes especializados en anguila, cangrejos de río, ancas de rana, tortuga y carpa. Y durante el día el pueblo se llena de tiendas de souvenirs made in china, que enloquecen al turista local. Redondo.
Pero la gente de la isla sigue siendo eso, rara. Al anochecer, cuando se van los últimos turistas, es un pueblo fantasma. Apenas hay un par de tabernas semivacías. No vivirán aquí más de cuarenta familias, y todos se conocen. No es gente huraña, como en las cícladas, sino sociable. Más sociable que acogedora, como si quedara en el caraceter algo de esa promiscuidad de espíritu que hacía que las chicas griegas se liaran alegremente con diversos miembros de una misma familia turca y al revés. Se quieren mucho todos, quizás demasiado. Al visitante que se quede le parece todo mágico. Se hace de noche, cierran los chiringuitos, abren las tabernas. Se encienden narguiles de las que dejaron los turcos y los niños, todos en una misma pandilla, se echan por fin a la calle.
Falta añadir un detalle. El turismo a la isla de Nisi no viene sólo por la comida sino traida también muy especialmente por un personaje. Sí. El mismo: Alí Pachá. No podía ser otro.
A Ali Pachá lo mataron en un monasterio en Nisi y todavía se puede ver el agujero que dejó la bala en la pared. Nisi, como toda isla lacustre y balcánica que se preste, tiene varios monasterios. Once, para ser exactos y con un divertido origen legendario que daría para otra historia. El más antiguo era el que Alí Pachá convirtió en casita de verano y de amoríos. Al tipo le gustaba la paz de la isla y el paseo en barca entre los cañaverales. Su imagen más famosa -que se usa en grabados y hasta en la estatuta que tiene en Tepelen- es precisamente el dibujo que un francés hizo de él, repantigado como un pachá en su barca de cuatro remeros entre las cañas mientras fuma de su narguile.
Con la edad, el pachá pasaba cada vez períodos más largos en la isla, casi siempre con la bella amante griega, que fue el amor de su vida. Ahí se refugió cuando por fin se decidió a romper con el Sultán de Costantinopla, y ahí lo encontraron y se lo cargaron.

2 comentarios:

  1. La hija de Ali Pachá no es la que aparece en la novela y en la peli de " El conde de Montecristo"?

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  2. guaaa!! me encanta el blog, pero me poneis los dientes largos jajaj un saludo para todos

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