La via al nirvana viene a ser algo como la via al comunismo: un camino por definicion interminable y sin final a la vista.
A la puerta de las pagodas mas importantes hay senoras con jaulones llenos de gorriones, jilgueros y otros pajaros por el estilo. Por unas monedas se los ofrecen a los fieles que salen cargados de felicidad budista para que los liberen. Soltar a un pajaro es algo que da buen karma, como ofrecer cacahuetes a los monos o echar migas de pan a los peces de un estanque.
Sin embargo, casi todos los pajaros son recien cazados, precisamente para ese pequeno negocio. Los tienen hacinados en jaulones de cana trenzada y cada senora tiene tambien entre los pies una bolsa de plastico donde va metiendo con disimulo los cuerpecillos de los pajaros que continuamente se mueren. Esa bolsa, que a menudo esta bastante llena, es una metafora de esta sociedad, tan extraordinariamente religiosa.

Tras las revueltas el gobierno ha dado facilidades para que se instalen y crezcan otras religiones que compensen el peso de los monjes budistas. Los edificios mas limpios y nuevos de Rangun son todos neogoticas iglesias catedrales de las variantes mas raras del cristianismo. En Rangun y Mandalay florecen mezquitas por doquier con esa fuerza expansiva que tiene siempre el islam. Pero nada mina la intima conexion de Birmania y su budismo.

Y el budismo tiene una extraordinaria cualidad para colarse por las rendijas. Sin necesidad de entender los mandamientos de buda (que empiezan por creer en buda, meditar y afeitarse la cabeza) ni sus vidas ni siquiera el milagro del nibbana conquista suavemente a quien se le acerca. Te va calando como la lluvia suave, sin darse casi ni cuenta. Uno puede resistir indiferente el desfile de pagodas, budas, budazos y buditas, pero con la acumulacion acaba por apreciar la serenidad de esos lugares.
Se sienta uno en una pagoda y se le queda la mente en blanco. Como dicen aqui, vacia. Despues, otro dia en un templo de madera sobre una colina se queda absorto disfrutando del viento leve que mueve las banderolas. Y casi sin querer empieza a sentirse bien entre esta tranquilidad silenciosa que huele a teka vieja y sandalo ligero.
Menos mal que los monasterios lo devuelven a uno a la realidad. Son siempre sitios abiertos y agradables donde el viajero es bien recibido y hasta se le ofrece te. A menudo suena mas o menos lejano un gong cuyas notas permanecen un rato temblando en el aire y el canturreo de algun nino que repite de memoria los los chankras y salmos que se esta aprendiendo. Entonces los monjes te dan conversacion y tu preguntas y todo se parece un poco a tantas otras religiones. Los jovenes que viven anos encerrados en el monasterio para tener algo que comer. Que apenas aprenden a leer y recitar. Las largas conversaciones banales sobre dioses... todo tan parecido, que pierde un poco su magia mistica.

Y en Mandalay, la pagoda de Kuthodaw al atardecer tiene casi la misma magia que la famosa mezquita de Yamsousoukro. Son decenas de capillas que contienen cada una una pagina en marmol del libro mas grande del mundo, en un mar de estupas que al atardecer parece abandonado, olvidado y silenciosos salvo el sonido de las millares de campanillas de oracion que mueve el viento. No seria ninguna sorpresa cruzarse ahi, en esa soledad, con la sombra de corto maltes.
Una religion con mil caras. Y en el cibercafe donde escribo un monje chatea por el messenger envuelto en su tunica mientras otro juega a vidojuegos explosivos. Buditas.
Precioso
ResponderEliminarPrecioso!!
ResponderEliminarTe tomo prestada la foto de la señora con la jaula de pájaros para mi blog.
ResponderEliminar(Pondré una referencia al origen, osea este blog del que me hago fan)
Si te molesta, me lo dices por favor