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15 agosto 2017

TIEMPOS DE CAMBIO

Presenciar personalmente la evolución y el cambio de una ciudad lo hace a uno sentirse viejo. Ciertamente, el mundo está siempre en constante cambio pero se supone que uno no debe darse cuenta; es más, uno piensa que los mundos que conoció permanecen. Cuando los ve desaparecer, impacta.
Del Irán rural y oriental que conocí hace veinte años queda muy poco. Lo inesperado ahora es que ese otro país, de exotismo ya civilizado en el que estuve por última vez hace ya siete años esté también desapareciendo. Los cambios son evidentes por todo el territorio, pero resultan brutales en las grandes ciudades de provincia, como Shiraz o Isfahán. También, en Yazd o Kermán. Arrasando.
Isfahán se está modernizando a pasos agigantados. Ya casi están terminando el metro que conecta las zonas más alejadas del centro. Los trabajadores del metro se presentan como orgullosos paladines de la modernidad y cuando alguien te dice que trabaja en el suburbano lo cuenta con la satisfacción de quien se sabe partícipe de esa empresa transformadora. Al mismo tiempo, los alrededores de cada nueva estación, en especial las que están en el centro de la ciudad, son terrenos abierto a la especulación. La mayoría se va tapizando de feos centros comerciales. Multitud. Lugares desangelados, construidos todos en un feo estilo mezcla de regionalismo y modernidad cutre.
En los alrededores de la mezquita del viernes la piqueta ha acabado con toda la zona de callejuelas que resistían como ciudad medieval. Era un lugar de habitantes de clase baja, calles polvorientas, tiendas donde vendían carne de camello, talleres de alfareros, y mucho polvo como si un trozo de desierto aguantara desde hace siglos en la urbe señorial. Ha desaparecido uno de mis lugares favoritos (...) En su lugar hay un parking. Isfahán entera está ahora llena de parkings. Descampados esperando un promotor que construya modernidad sobre la ciudad destruida.
En Shiraz hay barriadas enteras de callejuelas en pleno centro de la ciudad, que están siendo arrasadas. Con bulldozers. Centenares de casas, algunas de ellas casi palaciegas, y decenas y decenas de callejones desaparecen. Su lugar lo ocupan oficinas administrativas, hoteles boutique, centros comerciales. La modernidad es arrasar de raíz barrios enteros con muchos siglos de antigüedad e imponer encima un nuevo trazado de calles anchas, limpias. Los nuevos edificios los hacen de ladrillo, manteniendo técnicas antiguas que mantienen el aire tradicional en las fachadas, pero poco más. Echan a la gente, destruyen las callejuelas en zigzag por donde no cabía ni un coche; desaparecen los habitantes bulliciosos y coloridos, mezcla de religiones y razas como siempre fue Shiraz.
He vivido esos cambios en muchos sitios: desde el Estambul de finales de los ochenta que desapareció prácticamente entero, hasta la transformación de Croacia en la posguerra. Sin embargo nunca antes lo había sentido tan rápido y tan duro. En Irán hoy está en obras todo el país y el cambio, brutal y devastador, va a un ritmo trepidante.

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