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16 agosto 2017

EL VENDEDOR DE GLOBOS DE ESFAHÁN

La plaza de Esfahán tiene un vendedor de globos. Es un hombre alto, enjuto, serio. Pasa la tarde paseando entre las familias que hacen picnic con sus niños y los grupos de turistas que han venido de Teherán. Vendiendo globos.
A ratos se toma un descanso en un patio del bazar, justo detrás de la mezquita del imán, antes llamada mezquita del Shah.
Allí tiene su propia silla, junto a unos baños públicos. Llega saludando a los tenderos, a los habituales del bazar que pasan el día parados en alguna esquina y a los clientes del pequeñísimo salón de té. Deja sus bártulos apoyados en la silla y se sienta a echar unos pitillos.
Descansa un rato y después se pone a preparar de nuevo su mercancía. Primero alinea cuidadosamente una hilera de cordeles blancos sobre el respaldo de la silla. Luego va sacando globos y los hincha con la boca, de dos tacadas. El vendedor de globos tiene unos pulmones prodigiosos. Son globos estrechos y rugosos de los que cuesta hinchar. Él coge aire sin inmutarse. sopla una vez y el globo crece en sus manos como por arte de magia. Vuelve a soplar y se convierte en un globo grande y atractivo. Entonces cierra cada uno con uno de los cordeles, anudándolo en la boquilla. El otro extremo del cordel sirve para unir los globos a un palo. En un momento el extremo del palo de llena de globos multicolores, como una piña, o un árbol fantástico.
Cuando está satisfecho con su palmera de globos vuelve a pararse. Se fuma un último cigarrito. Entra en el baño. Luego coge los globos y sale de nuevo a la plaza a trabajar. 
Fin de la pausa.











[La plaza de Esfahán es un lugar concurrido, casi tópico. Abarrotado cada día por grupos de turistas (en su mayoría locales) y por las familias que salen a pasear al atardecer. Es una plaza inmensa, de las más grandes del mundo, pero muy frecuentada. Es un contraste brutal con las callejuelas del bazar que la rodean. El bazar es ruidoso, multicolor. Plagado de patios en los que la vida se ha parado en un grupo de artesanos que hace su tarea en común, ajenos a la modernidad y casi en solitario. De pronto la plaza es todo lo contrario: un espacio enorme de luz. Multifotografiado, abierto, cuidado y regulado. Pero extrañamente es una plaza mágica. Donde pasan cosas.]

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