Bajo los puentes de Isfahán ya no corre agua y es como si la ciudad hubiera perdido su historia. El río Zayanderoum ha dejado de marcar la vida a la que se refiere su nombre y es sólo un pedregal en el que a duras penas sobrevive algún charco de líquido estancado.
El río seco da pena y la ciudad entera es mucho más triste ahora. Además la tragedia ecológica y social ha sido terrible. Pueblos enteros han quedado abandonados. Miles de agricultores se han quedado sin medio de vida mientras desaparecían para siempre centenares de miles de hectáreas de cultivo. Árboles muertos y ciudades en la ruina. Con la desaparición del río se han producido además movimientos masivos de población empobrecida que ha huído a las ciudades, creando nuevos barrios terriblemente miserables.
hace un par de años, la primera vez que el problema se hizo evidente, se convocaron manifestaciones masivas de ciudadanos y agricultores. Todos unidos al grito de ¿Dónde está mi río?, inspirado claramente en la revolución verde, cuando se protestaba por los votos supuestamente desaparecidos en las elecciones generales. Mala cosa para el Gobierno, que prometió medidas extraordinarias y planes especiales. En todo caso, pasan los años y el Zayanderoum sigue seco.
Me cuentan que aún, con el deshielo, hay un par de meses al año en el que el río vuelve a llevar algo de agua. Al parecer, cada año, el día en que vuelve el agua -a mediados de abril, normalmente- la ciudad se convierte en una fiesta. Cierran colegios y negocios y todo el mundo se va a contemplar de nuevo la imagen de los puentes reflejados en el agua como un espejo. Como ha sido siempre.
Pronto no quedará ni eso.
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