Todas las fotografías del blog son del autor. Está permitido su uso libre, indicando el origen.

11 mayo 2017

SAN LORENZO - Historias de Roma (1)



San Lorenzo es un barrio pequeño y bien delimitado. A un lado tiene la muralla aureliana y las vías del tren. Al otro el inmenso cementerio del verano. En los flancos, el gran campus de La Sapienza y el scalextris del scalo junto a las antiguas aduanas. Lo que queda es un rectángulo irregular con un puñado de calles más o menos simétricas y una pequeña plaza central junto a la iglesia de la Immacolata . El barrio surgió como tal en el siglo XIX a partir del cementerio y de algunas industrias que se instalaron en la zona, convirtiéndose en el primer barrio extramuros de Roma. Antes no había nada más que la básica de San Lorenzo de Extramuros, construida en la edad media encima de las catacumbas de San Lorenzo. El sitio -necrópolis desde siempre- donde enterraron al santo después de asarlo supuestamente a la parrilla. En la basílica, construida con abundantes restos romanos hay tres papas enterrados, incluido Pío IX: el famoso pionono cuyo nombre dieron a unos deliciosos pastelillos en honor a que había declarado el dogma de la inmaculada concepción. Durante el entierro, mientras transportaban el ataúd desde San Pedro a la basílica de San Lorenzo parece ser que hubo un grupo de revolucionarios llegaron a apoderarse de él para tirar el cuerpo al río, lo que sólo se evitó con la intervención armada del ejército italiano.
En fin, el barrio siempre ha estado sociológicamente dividido en dos, con sus parroquias. La zona de abajo, en torno a la basílica, se abre hacia la estación Tiburnina y los barrios de nueva creación de esa parte de Roma. Es más desangelada y marginal. Abierta a la avenida que rodea el cementerio y al tranvía, es lugar de talleres de marmolistas, corralones y pequeñas fábricas, además de los omnipresentes negocios de flores.  Aquí estaban la fábrica de cerveza y la de cristal. La parte de arriba del barrio, en cambio, es más ordenada. Crece como un pueblo pequeño alrededor de la iglesia de la Immacolata, con su plaza, el pequeño mercado de abastos y un buen número de cafés y pizzerías que le dan un ambiente casi parisino.
Lo mayores del barrio recuerdan todavía las frecuentes peleas a pedradas que en su infancia se entablaban entre las pandillas de niños de San Lorenzo y los de la Immacolata. Hoy todo eso es pasado. El barrio gira ya en torno a la parte alta, nada más. Se ha vuelto uno de los emblemas de la Roma alternativa y estudiantil, sin perder por ello el ambiente de vecinos de siempre y una población inmigrante bien integrada.
En los años veinte San Lorenzo era zona proletaria, de obreros y ferroviarios. Anarquista y comunista. Con el advenimiento fascista comenzaron los problemas. Primero durante el entierro de Enrico Toti. Cuando la columna fascista que llevaba el cuerpo con todos los honores intentó atravesar el barrio, camino del cementerio, fueron recibidos a tiros. Luego, durante la marcha a Roma en 1922, se llenó de barricadas para que la marcha no pasara por vía Tiburtina. Era el barrio rojo. Durante la ocupación nazi fue cercado y sometido a vigilancia constante, lo que no evitó que fuera cuna de numerosos partisanos y se multiplicaran los actos de resistencia.
La mañana del 19 de julio de 1943 centenares de aviones norteamericanos arrojaron toneladas de bombas sobre San Lorenzo. No se sabe si apuntaban a la estación del tren o a alguna fábrica, pero cayeron todas aquí. Tras las primeras oleadas los bombarderos que volvían a llegar se guiaban por la columna de humo y machaban el mismo lugar. Hubo miles de muertos, el número no se sabe con exactitud. Se logró identificar a unas 1700 personas fallecidas, pero otras muchas desaparecieron bajo los escombros. Las huellas del bombardeo siguen en el barrio. En los huecos vacíos dejados aposta entre las casas del barrio e incluso en algunas fachadas que tienen huellas de metralla, como las columnas de la basílica patriarcal. Es ya un tópico usar la frase de De Gregoris en una canción que compuso sobre aquello que dice que aquella mañana las bombas caían como nieve sobre San Lorenzo.
Tras el bombardeo gran parte de la población del barrio se quedó sin casa. Muchos tuvieron que irse a la periferia. La mayoría hacia la zona del Pigneto, a partir de Porta Maggiore. Se instalaron al abrigo del acueducto romano, que seguía proporcionándoles agua potable. Las viejas piedras conservaban por la noche el calor del sol matinal, así que muchas familias cerraron los arcos y se hicieron entre ellos una especie de chabolas…y veinte años después bastantes de ellos seguían viviendo en esas chabolas. En estos barrios se creó entonces en ambiente marginal que retrata magistralmente Pasolini en Ragazzi di vita.
El parque de San Lorenzo, junto a la puerta Tiburtina, está dedicado a los muertos en los bombardeos. El césped está rodeado de una fila larguísima de paneles con los nombres de las víctimas. De algunos sólo se sabe el mote. A una se la identifica sólo como ‘una mujer, muerta el día de navidad’. Al lado hay algunos columpios.
Al atardecer el parque se llena con los niños del barrio que salen del cole. La mayoría de los padres son muy jóvenes y de origen evidentemente humilde. Abundan pelados al cero que dejan ver cráneos llenos de cicatrices de pelea; los chándales; las caras picadas de viruela y desdentadas; los tatuajes en el cuello y los tobillos. Se trata, claramente, de un barrio que ha vivido tiempos peores. Este ambiente proletario llena el parque y los niños juegan bajo la mirada de padres tatuados que imitan una vida de plácida burguesía.
Un padre novato llega al café del parque. Lleva camisa blanca y perennes gafas de sol en la cabeza; anda con los hombros rígidos; no deja nunca de rumiar un chicle y habla abriendo mucho la boca al hablar, en el mejor estilo de chulo romano. Ha hecho migas con un parroquiano algo mayor. Uno de esos señores elegantes y bronceados, con la ropa ajustada para mostrar los músculos, que inspiran siempre confianza en Italia. El macarra mira a un padre que pasa con su hijo de la mano y que tiene prácticamente todo el cuerpo, incluida media cara, tatuado en azul y se dirige al hombre mayor:
-¿Cómo puede tatuarse así la cara? -El otro le responde simplemente -È un bravo ragazzo. Cada uno se viste como quiere.

La gente del barrio se quiere y se protege entre sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
Aquí ahora, overwhere

VISITAS