

El día antes Teresa estaba con sus amigas sentada en uno de los bancos de la plaza, frente al café Guadiana, cuando pasó por allí Serrao. El uniforme verde oliva le daba un aire aventuro que le favorecía aún más y las muchachas se quedaron todas en silencio, siguiéndolo con la mirada y casi se diría que con la boca abierta. Él pasó como si no las viera, pero al instante volvió sobre sus pasos y se acercó precisamente a Teresa, como si sólo ella estuviera en el banco:
-¿Tú no eres Teresa, la hija de Antonio el contrabandista?
-No sé nada de contrabando – a pesar del escalofrío que había sentido recorrerle todo el cuerpo al oír la voz, a Teresa no le gustó el tono de galán del muchacho y respondió en tono frío. Haciéndose la ofendida. No estaba dispuesta a ser una presa fácil para ese soldado, acostumbrado seguramente a que mujeres de todas las razas cayeran rendidas a sus pies.
-Mujer, que no te lo he dicho con segundas. Le tengo mucho aprecio a tu padre. Es un buen hombre, aunque haya quien no se dé cuenta.
-¿Nos conocemos?
-Claro, Teresinha –Serrao le hablaba sonriente, en calma y mirándola a los ojos, como si no fuera consciente del efecto que causaba en la muchacha- Soy Serrao Guires. Fuimos juntos al colegio. Tu estabas en el curso de las pequeñas, con mi hermana . A veces os veníais las dos a estudiar a mi casa. Has crecido y te has puesto muy guapa, pero sigues igual de huraña que de chica.
- Teresa se ruborizó.
-¿Y a qué viene lo de los contrabandistas?
-No lo he dicho con mala intención. De todas formas, cuando veas a tu padre, por favor, le dices que lo ando buscando. ¿me harás al menos ese favor, a pesar de mi ofensa al hablarte de esta manera? –ella no pudo evitar sonreír ante el tono irónico del soldado.
-Vale. Se lo diré.
-Que tengan un buen día, señoritas –se tocó el sombrero mirando al grupo de chicas y siguió su camino más sonriente que antes. Lucía, que estaba sentada junto a Teresa y era la más envidiosa de todas las amigas, no se ahorró un comentario despectivo sobre el soldado que se alejaba:
-A saber en qué negocios anda metido ése. Mi padre dice que es comunista y que ha venido a montar jaleo. Y además se lo tiene demasiado creído. Tú, Teresa, nunca te das cuenta de nada, pero lo has mirado de una manera que casi me ha dado vergüenza, de tan descarada. -Teresa no contestó. Sabía que su amiga estaba simplemente envidiosa de que el chico más apuesto de Mértola se hubiera dirigido sólo a ella.

(Zé Xico trabajó de pedreiro en Lisboa, recortando adoquines para dejarlos cuadrados, antes de volver a Mértola y empezar su fructífero negocio de contrabandista. En la capital se había afiliado en secreto a un sindicato y el negocio incluía también el transporte a través de la frontera de propaganda comunista y de militantes buscados en alguno de los dos lados. De esa parte se encargaba el padre de Teresa y por eso lo buscaba Serrao, militante de izquierdas muy activo entre los militares de Angola.
Esa tarde Serrao lleva a Teresa a una velada que se celebra en el cine-teatro Marques Duque, donde una espiritista intentará contactar con Houdini. Ella antes llevará flores a la tumba de su abuela en el cementerio junto al castillo y le contará el feliz nacimiento de su nueva hermana.)

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