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30 marzo 2016

LAS OLEADAS DE LESBOS

El día mundial del teatro asistí a una obra en el teatro municipal de Mitilini. Se reprentaban varias obras, centradas todas en el tema refugiados. La que cosechó más éxito fue una compañía local inspirada en la comedia dell’arte. Arlequino era un voluntario griego y todos sus compañeros el resto de actores que se ven por aquí estos días: una guapa voluntaria alemana de la que todos se enamoraban y que salvaba a un refugiado ahogado con el “beso de la vida” que había aprendido de un salvavidas español. Se trataba de un beso de tornillo que bien despierta a  muerto. Estaban también un funcionario de la UE, el gobierno turco, la OTAN con forma de capitán marino con sable y FRONTEX representado por una marinera sin ganas ni equipamiento. La sala reía a carcajadas porque este año lo que han vivido es eso. Algunos lo llaman el negocio de los refugiados. Aquí, por ahora, es parte de los acontecimientos que de un año a esta parte han trastornado la vida de esta isla tranquila.

 En los últimos meses Lesbos ha sufrido varias oleadas de visitantes. La primera, en verano de 2015, fueron los refugiados. Prácticamente de un día para otro empezaron a llegar a sus playas barcas cargadas de refugiados sirios. Llenaron las carreteras, el puerto y luego las calles de la ciudad. Cuando empezaron a tomarse medidas y a organizar el caos se abrieron los campos de refugiados y los centros de registro. Entonces desaparecieron los refugiados (sólo se veían ya en grupo, esencialmente en la puerta de las agencias de viaje o esperando cerca del puerto). Y aparecieron los voluntarios. Miles de voluntarios de todo tipo tomaron la isla. Gente desinteresada que se venía a Lesbos a pasar una semana, un mes o varios. Todo se atendía con voluntarios: la llegada de las barcas, el alojamiento en los campos, la comida, la ropa… La tercera oleada fueron las ONG. Trabajadores humanitarios de todos los países llenaron las ciudades de un ambiente menos bohemio pero todavía comprometido. Personas acostumbradas a vivir en rincones remotos de la tierra, la mayoría vestidas sin pudor con logos y chaquetas llenaron los restaurantes. Ahora empieza a llegar la cuarta oleada. Son soldados italianos, marinos noruegos, policías holandeses, funcionarios suecos y alemanes. Funcionarios de toda Europa bien vestidos y mejor pagados. Me decía un isleño que las oleadas son como una escalera que, opinaba en broma, debería acabar con la aristocracia mundial llenando Lesbos. Por ahora ha venido Angelina Jolie a visitar refugiados y ha prometido volver de vacaciones, que no es poca cosa.

La gente de aquí sólo se volcó con la primera. Llevaban años llegando refugiados, a cuentagotas. Cuando se convirtió en un flujo masivo miles de gentes de la isla se echaron a las playas. Se pasaban el día recogiendo y repartiendo ropa, buscando mantas, cambiando a la gente que llegaba mojada y llevándolos a sitio seguro. Todo el mundo en Lesbos tiene un recuerdo entrañable de aquellos días. Todos tienes anécdotas de familias sirias o afganas agradecidas. Y todos lo recuerdan con melancolía, como una buena época. Quizás de ahí viene un cierto escepticismo respecto a las ONGs, alimentado por los rumores propios de la isla sobre sueldos, enchumismos y envidias.

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