Todas las fotografías del blog son del autor. Está permitido su uso libre, indicando el origen.

04 agosto 2014

HISTORIAS DE HAITÍ (4) BLANCOS


BLANCOS
En Haití casi no viven blancos. De hecho, la Constitución de Haití de 1806 prohibía a los hombres blancos residir o ser propietarios en el país. Algo lógico en el único país que llego a la independencia en una revolución de esclavos peleando por su emancipación. Durante mucho tiempo las únicas pieles claras que se vieron por aquí eran viajeros. Más tarde la norma se relajó y a principios del siglo veinte algunos comerciantes y emprendedores europeos, asiáticos y de oriente medio abrieron negocios y se vinieron a vivir aquí. De todas formas los blancos nunca han estado bien vistos, los Duvalier les hicieron la vida imposible en la misma época de las matanzas de mulatos (demasiado claros para el gusto de Papá Doc). Ese ambiente de pequeños comerciantes aislados se refleja muy bien en la magnífica novela de Grahan Greene sobre Haití: "Los Comediantes". El libro es una crítica objetiva y por tanto despiadada a la dictadura duvalieriana. A su autor le trajo problemas hasta el punto de que el Gobierno publico' varios opúsculos intentando contrarrestar la novela y presentando a Graham como un espía al servicio de los rusos. Hasta hace poco era prácticamente imposible que te dejaran entrar al país con el apellido Greene. Tuvo aun más repercusión por la versión cinematográfica plagada de estrellas inolvidables como Richard Burton, Alec Guiness o Peter Ustinov (además de una prescindible, por inverosímil, Lyz Taylor).
En todo caso, unos pocos irreductibles han resistido, y los domingos se cruzan en la Florville. La Florville es quizás uno de los mejores restaurantes de Port Au Prince. No es de los más caro aunque, como cualquier restaurante aquí, tampoco al alcance de la mayoría de haitianos. Está en Kenscoff, en la montaña justo encima de la ciudad. Es un pueblecito famoso por sus temperaturas frescas. En los viejos tiempos las familias con más dinero solían tener aquí una casa de verano y fines de semana para escapar del calor tropical de la ciudad. De hecho aún sigue en pie una que pertenecía a Baby Doc, el segundo de los Duvalier, que hace poco volvió al país, pero aun no se ha dejado ver en estas alturas (una amiga, en cambio, se cruzó con él el otro día en el supermercado. Cara a cara con un dictador sanguinario empujando su carrito de la compra). En la Florville los domingos hay bufet libre y gratuito de ensaladas y entrantes. No sé si es eso, o la buena vista, o la orquesta suave, o el recuerdo de los viejos tiempos lo que atrae al lugar a las viejas familias portoprincipesas, pero allí van. Se juntan en mesas amplias grupos de señores de edad bastante avanzada. La mayoría son blancos, pocos negros, algún mulato, unos pocos evidentemente árabes. El más joven debe estar ya en la setentena. Las señoras van discretamente arregladas. Ellos con pantalón largo y camisa clara. Todos se conocen entre sí. Cada vez que llega un nuevo grupo se detiene a saludar a los otros en un revoloteo de palmadas en la espalda y sonrisas confidentes. Esa familiaridad le da a todo el ambiente un aire colonial. Esa gente lleva aquí en Haití toda la vida. La mayoría son propietarios de pequeños negocios. De algún modo llegaron un día al país y se quedaron. Tienen un buen nivel de vida y son sin duda clase alta, pero poco amigos de ostentación. Una vieja casta de comerciantes coloniales que existe y resiste y tiene su encanto. Muy diferentes de los numerosos haitianos convertidos en nuevo (o viejo) rico que pasean con sus collares de oro, sus coches ruidosos y su arrogancia por cualquier local lo suficientemente caro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
Aquí ahora, overwhere

VISITAS