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02 agosto 2014

HISTORIAS DE HAITI (2) LA CIUDAD

LA CIUDAD
Port au Prince es polvoriento, bullicioso, sucio. Más parecido a un campamento provisional que a una ciudad auténtica.
En los primeros días en el lugar uno apenas nota gran diferencia entre cualquiera de los numerosos barrios depauperados de ranchitos y lo que se supone que es el centro de la ciudad. Todo parece tener el mismo aire desangelado y miserable.
Luego, a las pocas semanas de andar por la ciudad y recorrerla en transporte público comienza a cambiar la percepción y se hace evidente que son varias ciudades en una. Port au Prince (PAP, como se la suele llamar aquí) es una masa de dos millones de habitantes hacinados en centenares de miles de infraviviendas. Pero la ciudad en sí tiene también sus zonas.

La parte baja, pegada al puerto, en centre-ville. Quedó muy destruida tras el terremoto de 2010. Era el centro de toda la vida de la ciudad pero se ha vuelto una zona peligrosa y llena de escombros. Aun así es
donde mejor se respira el ambiente caribeño de Haití. Las calles están ocupadas por puestecillos de objetos usados expuestos en el suelo, lo mismo zapatos, que ropa o batidoras. También quedan en pie algunas casas arruinadas con soportales y en algunas hay cuartos abiertos al público como barberías, casas de apuestas o tiendas de comestibles. Pero predomina el comercio provisional a ras de suelo. Vendedores de hielo que tapan los grandes bloques con mantas grises para protegerlos del calor tropical. Camiones cisterna que ofrecen agua potable ante una cola de chiquillos cargados de garrafas. Algún tenderete que vende cerveza "Prestige" enfriada en neveras de plástico y botellitas de ron "Betancourt" expuestas al sol. Otros de comida, donde las mujeres se afanan entre a un caldero con sopa de calabaza o fríen mimosas sobre un hornillo de carbón. Es cierto que todo eso viene aderezado por una capa de basura que cubre la calle y frecuentes canales que sirven de alcantarilla al aire donde flotan aguas residuales, excrementos y desechos varios, todos malolientes. Sin embargo, centro-ville sigue siendo una zona alegre, viva, llena de actividad.
Luego, subiendo la ladera de la montaña, la ciudad se convierte en Delmas. Es una área residencial en torno a la gran avenida que conecta todo. Calles polvorientas sin asfaltar. Mucha menos actividad, como siempre se fuera de paso. Está plagada de suburbios de chabolas y ranchitos a cada lado, que se extienden por los lados de las colinas como en un paisaje de belén navideño, sólo que más pobre.
Por fin Petionville (léase pechionvil), en la parte más alta, viene a ser la zona chic. Hay un par de hoteles de lujos y algunos bares y restaurantes de estilo europeo. Hay aceras y se suceden las villas residenciales. Y los todoterrenos limpios y brillantes. hay grupos de moto-taxis esperando en cada esquina importante. La pobreza sigue estando por todas partes en forma de vendedores de calzado usado y de fruta demasiado madura y, sobre todo, en el inmenso mercado que ocupa un buen punado de calles de la parte baja, pero la zona en general es ordenada. eso sí, tan desangelada como la parte más decente de cualquier capital africana.


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