Aparte de las experiencias en la embajada, sacadas de cualquier novela de Grahan Green y que por sí solas dan para varios relatos, el lado bueno de los amigos que me han recibido en Yaunde es que están integrados en la vida cultural de Yaunde. Me pierdo la vida de las aldeas y la comida de mortero pero gano veladas de música, sesiones de baile y charlas agradables con pintores del país. El espacio Oyenga es un descampado que les dejó en herencia un rico empresario a sus hijas. Las mujeres salieron bohemias y lo han convertido en un espacio de arte y vida cultural…a la africana. Una nave para actuaciones, algunos talleres de construcciones de tambores, yambes y tam-tam. De noche hay un bonito ambiente reggae y música africana intensa. Las chicas bailan que se descoyuntan. A la única de las propietarias supervivientes la encontré por allí, ya mayor, con sus collares y su aire de artista africana. Está pensando en montar también un museo de arte pigmeo y hace planes y croquis con un amigo pigmeo, sentada en un tronco en mitad de la pradera de polvo rojo, mientras acaricia su collar de cristales de colores.
También conocí a Francis Tondo-Ngoma, posiblemente el mejor pintor del país. Es congoleño, pero a base de guerras y huidas acabó aquí. Un señor amable, grandullón, de pelo blanco y manos enormes. Vive en una casa mitad chabola mitad casita; en un barrio extrañamente depauperado justo en mitad de Bastos, el barrio de las embajadas. Es como una isla de África en mitad de la ciudad: con sus pollos, su arroyo contaminado, sus brujos curacancer y todo eso. Parece mentira que un artista de su talla viva aquí, pero en verdad la chocita le ofrece un modo de vida profundamente agradable: tiene un estudio que es un techo en la puerta y nos sentamos durante horas hablando de la vida, del arte y, sobre todo, bebiendo cerveza.
La cerveza es contenido esencial del arte africano, al menos en el momento en que se vuelve humano y acogedor. Anoche tras una exposición de los tres cortos que se han hecho en el taller de cine de mi amigo Matias nos fuimos con los directores y actores a celebrarlo. Cervecitas y pinchitos en una avenida nocturna, sucia y ruidosa, que parece –como todo- venida a menos. Historias y anécdotas toda la noche. Como botón, la que contó Aché. Aché es un chico divertido e ingenioso, bastante famoso en Camerún porque es actor de cine. Ha sido uno de los directores de los cortos y contó una anécdota delirante del mundial de 1998.
Esa vez el fue como “mascota” de Los Leones, la selección nacional de Camerún. En verdad es que iba simplemente de invitado a todos los actos y con permiso para entrar en los vestuarios, como amigo. Iba con otro chico, compañero de juergas y de la noche de Yaundé. Un dia, llenos los dos de cerveza, empezaron a pelearse en el banquillo. Su amigo le intentaba pegar a el con un balon y el se defendia dandole con un matamoscas. Unos periodistas blancos lo vieron, les hizo unas fotos y al dia siguiente todos los periodicos blancos publicaron: “Camerún se trajo sus hechiceros”. Eso es choque de culturas!
También conocí a Francis Tondo-Ngoma, posiblemente el mejor pintor del país. Es congoleño, pero a base de guerras y huidas acabó aquí. Un señor amable, grandullón, de pelo blanco y manos enormes. Vive en una casa mitad chabola mitad casita; en un barrio extrañamente depauperado justo en mitad de Bastos, el barrio de las embajadas. Es como una isla de África en mitad de la ciudad: con sus pollos, su arroyo contaminado, sus brujos curacancer y todo eso. Parece mentira que un artista de su talla viva aquí, pero en verdad la chocita le ofrece un modo de vida profundamente agradable: tiene un estudio que es un techo en la puerta y nos sentamos durante horas hablando de la vida, del arte y, sobre todo, bebiendo cerveza.
La cerveza es contenido esencial del arte africano, al menos en el momento en que se vuelve humano y acogedor. Anoche tras una exposición de los tres cortos que se han hecho en el taller de cine de mi amigo Matias nos fuimos con los directores y actores a celebrarlo. Cervecitas y pinchitos en una avenida nocturna, sucia y ruidosa, que parece –como todo- venida a menos. Historias y anécdotas toda la noche. Como botón, la que contó Aché. Aché es un chico divertido e ingenioso, bastante famoso en Camerún porque es actor de cine. Ha sido uno de los directores de los cortos y contó una anécdota delirante del mundial de 1998.
Esa vez el fue como “mascota” de Los Leones, la selección nacional de Camerún. En verdad es que iba simplemente de invitado a todos los actos y con permiso para entrar en los vestuarios, como amigo. Iba con otro chico, compañero de juergas y de la noche de Yaundé. Un dia, llenos los dos de cerveza, empezaron a pelearse en el banquillo. Su amigo le intentaba pegar a el con un balon y el se defendia dandole con un matamoscas. Unos periodistas blancos lo vieron, les hizo unas fotos y al dia siguiente todos los periodicos blancos publicaron: “Camerún se trajo sus hechiceros”. Eso es choque de culturas!
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