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14 agosto 2006

Bien en Benin







Vivo en el orfelinato. Eso hago y así estoy. Un lugar en el mundo donde uno se quedaría sin dudarlo.
Como se quedo en Ouidah a finales del S. XVII Dom Francisco Da Souza Silva. Era el principal puerto de Dahomey que es como se ha llamado de toda la vida Benin hasta que le cambio el nombre un mini dictadorcito comunista. Dom Francisco vino de paso y se quedo, el si, para siempre y se convirtió en el gerente de la principal materia prima que ha exportado nunca este país: esclavos. El rey de Dahomey le pasaba millares de yoruba, de fon, de gon y de meedi y el los enviaba a Brasil, a Cuba, a Haití. Dom Francisco se volvió loco en su palacio, vigilado por las amazonas del rey Guezo, en una secuencia que es pura película de Werner Herzog y Klaus Kinski. En cambio los descendientes de aquellos esclavos vienen en peregrinación a las playas de Benin y bajo los cocoteros evocan las caravanas de desgraciados que salieron con los blancos. Un turismo casi religioso que ahora trae divisas al país.
La otra gran aportación beninesa al mundo es el vudú. Dos tercios de mis vecinos lo practican aunque mas allá de algunas ceremonias publicas un poco de mago barato y los fetiches que se ven en cada choza no hay manera de entender mucho ese culto a Orisha, Uayemana o Bango. Esta prohibido comentarlo y lo único que se es que llevamos casi una semana con toque de queda efectivo a las diez porque a esa hora salen las cofradías de vudú. Por nuestro barrio y al que pillan de por medio le zurran.
La más reciente exportación beninesa es la malaria. No ha diezmado a nuestro grupo porque nunca fuimos ni diez pero a una compañera francesa le diagnosticaron malaria hace ya tres días y sigue en el hospital de Cotonou. Según la OMS el 85 por ciento de los mosquitos de aquí transmiten la enfermedad. A mi me pican unos quince al día, así que la cuenta es fácil. Menos mal que según me cuenta la gente de aquí si el bichito de la malaria no te llega al celebro es como una gripe que vuelve cada ano sin consecuencias.
Lo que si me ha llegado al celebro son mis huérfanos. Por eso es tan fácil ser feliz deslomándose aquí. Al llegar pensaba que los niños olían mal pero ahora ya me he dado cuenta de que huelo como ellos. Casi ni noto la peste a pipi desde mi litera y me he construido un esquema racional de trabajo diario: clases de alfabetización toda la mañana. Taller de juegos y teatro tras la comida. Clases de ordenador al anochecer. Cervecita con Nicholas de noche.
El tiempo corre, como si llevara media vida aquí. Por cierto que con los tiempos que corren los padres de mis niños intentaron curarse el sida con hechiceros de vudú. Para el vudú. el SIDA lo causa un gafe, un mal de ojo o, mas frecuentemente la suegra. Como los hechiceros funcionan con sistema de prueba error, para cuando los señores llegaron al hospital estaban todos moribundos. Hay unos ochenta huérfanos y desde que estoy aquí ya han llegado varios nuevos.
Por lo demás la vida en Akpro Miserité es tranquila. Tuvimos una epidemia de sarampión pero la vamos controlando. Fuimos a la playa el domingo y m paso media vida corriendo en la parte de atrás de una moto por carreteras de arena roja. O sea, vida tranquila, cotidiana y feliz en África.
Besitos

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