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08 agosto 2006

Beninuás en blanco y negro




Ya estoy en Benin, ya estoy en África. Sabía que África, más allá de los safaris, es un lugar sucio y maloliente, pero no imaginaba que fuera por la contaminación. Desde que llegué al Benin solo respiro humo, gasolina, contaminación. Esta gente tiene que tener los pulmones negros, oiga! Algunos de mis niños nunca habían visto un blanco al natural, mucho menos tocarlo. Ayer por la tarde en el patio del orfelinato estaba charlando con un par de ellos; de pronto comenzaron a acercarse los demás. Como hormiguitas. Silenciosamente. Hasta que estuve rodeado de niñitos que me tocaban la piel. Algunos me preguntaban si es mi país todo el mundo es como yo, osease, blanco; otros me aseguraban que en España no hay sol y es por eso que nosotros, pobrecitos, salimos tan blancos. Al fin y al cabo son huérfanos.
Tampoco del todo. El problema de la mayoría es que sus padres, los que sobreviven, tienen sida, que es una enfermedad mortal en este país. Por eso una ONG los recoge y los trae al orfelinato de Akpro Miserité. En verdad ahora que estamos en vacaciones escolares solo quedan unos 65 niños. Los demás están con lo que les queda de familia. Parecen pocos y lo serian si no fuera porque solo tenemos tres dormitorios pequeñitos y seis duchas primitivas.La primera noche, cuando llegue, no sabía que dormía con ellos. Me dieron una cama en un dormitorio con seis literas básicas. A mi me toco la litera de abajo. Tiene de bueno que tiene mosquitera. Como solo había otra mochila en el cuarto, pensé que éramos solo dos, pero al ir a acostarme de pronto de cada cama empezaron a asomarse montones de cabecitas muy negras con los dientes muy blancos. En cada cama, sobre un colchón como el mío, donado por "solidarité SIDA" como nos recuerda una inscripción, duermen dos o tres niños. Depende del tamaño. Me han asegurado que los dos que duermen encima de mí no son de los que mas se orinan por la noche, así que duermo tranquilo.
El resto de condiciones son fantásticas, aunque el medico de sanidad exterior se moriría si lo viera: hay mosquitos por todas partes; casi todo el mundo aquí tiene o ha tenido la malaria. Yo me pongo autan por las noches cuando salimos a beber una cerveza en un bar absolutamente básico (estamos en mitad de la nada semi selvática pero hay algunas casas y muchos caminos cerca. El bar son tres mesas de plástico al aire libre) pero nadie lleva autan por el cuerpo cuando entra a la ducha o el servicio (para los niños son un único habitáculo) así que al final nos pican. El agua es aparentemente potable, así que bebemos del grifo; tampoco vende nadie por aquí agua mineral ni es viable tener mi propia botella depurada.
El trabajo no va mal. De día llevamos una escuela con unos cuatrocientos niños en clases de 80 a 90, que es un servicio que se ofrece en vacaciones a la comunidad de aquí. Yo doy clases de francés a ochenta diminutos vestidos con mini trajes de colorines que apenas saben sujetar la tiza para escribir en sus pizarritas. Pero parecen mucho más despiertos que mis antiguos estudiantes de derecho.

Por la tarde nos quedamos con los huérfanos y les estamos organizando cositas pero aun no esta muy claro qué.
Todo el orfelinato son un par de construcciones de cemento absolutamente austeras y básicas alrededor de un patio de la eterna arena roja africana. Durante las clases se llena de señoras que venden comida, motos que pasan y señores mayores que vienen a mirar. Por supuesto todo el mundo con los vestidos esos de colores que hacen que se nos note algo mas que la piel blanquita cuando salimos a la calle.
En verdad estamos en las afueras de Porto Novo. En moto (en vez de taxi aquí se viaja de copaquete en motos anticuadas) se llega en quince minutos al centro. O donde alguien dice que es el centro pero donde no hay ni casas grandes, ni edificios ni nada; solo las mismas avenidas vacías de todo el país.
En fin, que era solo por contar que he llegado bien. En el orfelinato casi no hay electricidad y los móviles españoles no funcionan. Incluso Internet es una aventura a diez minutos en moto y en maquinas vetustas y siempre rotas. Para tranquilizar a mi gente me he comprado un móvil local con el numero +229 90951046. El resto ya lo iré contando, por ahora solo tengo ganas de volver a Madrid para respirar un poco de aire menos contaminado.
Saluditos.

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