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09 septiembre 2013

Calores mexicanos

En la península del Yucatán hace un calor pastoso, pesado y sin embargo acogedor.
Algunas horas te anula pero te recuperas con facilidad. A las horas más calurosas los cocodrilos se adormilan en los pantanos y los borrachos en las tabernas, luego por la noche las calles se llenan de música.
Uno de estos mediodías un cocodrilo acecha en los manglares de Celestún dándole vueltas a las leyendas que circulan por aquí sobre la fidelidad de los flamencos. Por eso deja los ojos fuera, esperando que uno de estos pájaros rosas enviude y decida suicidarse entregando su cuerpo a los cocodrilos. En concreto a este cocodrilo. A su alrededor el agua está rojiza, de los frutos del manglar. Cuando el calor arrecia, desiste y se esconde por alguno de los túneles que forman estas raíces, duras como piedras.
A las mismas horas los borrachos del Salon Sol empiezan a caerse sobre las mesas. El local está en el centro de Mérida. Como pasa siempre en este tipo de tabernas, un par de puertas bamboleantes impiden que desde la calle se vean detalles del interior. Ahí no hay mujeres. Bueno, hay dos. Una jovenzuela gótica con los ojos enrojecidos y muy brillantes, rodeada de amigos de estética similar. ocupan una mesa disfrutando a fondo el ambiente del lugar. La otra es una señora fuerte y grandeque nos mira desde detrás la barra, con más pinta de dueña que de camarera.



El resto de clientes son todos hombres, aparentemente de cincuenta en adelante. Todos sin excepción tienen una terrible pinta de estar muy embrutecidos. La mayoría también la tienen de agresivos y, por supuesto, de delincuente habitual. Todo eso le da al salón un cierto aire de peligro. Si entra alguna chica, despistada o aventurera, en los ojos de los bebedores surge un inquietante brillo de lujuria. La miran con descaro y sube la temperatura como si una pela estuviera a punto de estallar.
El lugar es barato. Las bebidas alcohólicas circulan en botellas caseras sin etiqueta. Se bebe mezcal, pero también ron mezclado con cocacola o sprite. La casa invita a tapas con cada bebida, esencialmente encurtidos, pico de gallo y alguna ensaladita. Si el objetivo es que los parroquianos no se emborrachen, no podía fracasar más.
Cada vez que el camarero se abre paso a alguna de las mesas, para llevar o recoger algo, lo hace con paso firme. marcando el terreno. se diría una expedición punitiva o un transporte de dinero, por esa forma determinada de andar y las miradas de precaución de echa a su alrededor.
Un poco antes de que a media tarde pase un poco el calor el bar se vaciará como por encanto.
A esas mismas horas la plaza Grande empieza a animarse.Si hay baile, decenas de parejas, ninguna en edad de no estar jubilada, se apiñan dispuestos a moverse con seguridad y dulzura al ritmo de las baladas, boleros, romances. 
Si no, en todo caso la plaza de llena de trovadores. Son todos señores mayores vestidos con sus guayaberas blancas. la mayoría lleva guitarra pero los hay también con violines y hasta violonchelos. Se instalan al anochecer esperando que alguien venga en coche a pedirles una serenata. a menudo se los llevan a cantar ante alguna enamorada yucateca. Si no, también hay clientes que llegan en coche, en pareja bajan las ventanas y piden alguna canción. Con su música parece que se hubiera parado el tiempo en la plaza, y  desaparece todo rastro del calor asesin
o de por la mañana.

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