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24 junio 2013

Por las islas, en Karpathos (I)

La vida en Olympos
Olympos es una isla dentro de la isla. Un lugar tan inaccesible que se quedó parado en el tiempo mientras a su alrededor todo cambiaba. Las señoras del pueblo se visten cada mañana con su traje típico. Se ciernen el pañuelo estampado en la cabeza. Ahora lo llevan todas negro, porque apenas quedan solteras a las que poner el pañuelo de fondo blanco. Se visten su especie de túnica de tela recia y se cubren con su mantón largo. Cada día. Y a veces una de estas mujeres de sesenta años se hacen a pie los cuarenta kilómetros de camino de montañas que van hasta Karpathos. Y vuelven de nuevo a pie; andando con prisas incluso debajo de la tormenta.
Y es que aquí los viejos se aferran con las uñas clavadas a un modo de vida que se va apagando. El pueblo resiste como un espejismo, y los mayores hacen como que no ven el futuro. Ni ven ni quieren ver que el progreso se está comiendo su vida y que Olympos se extingue poco a poco.
En Olympos hay más de cuarenta molinos de viento colgados por los priscos en torno a las casas del pueblo. En el kafenioYorgos dice que no tiene sentido que los molinos estén ahí, abandonados, y tantos jóvenes anden yéndose a buscar trabajo fuera. A él le sigue pareciendo lógico intentar vivir de la molienda del grano que se cultiva en las llanuras de Avlona. En verdad casi todas las familias del pueblo tienen un huerto en Avlona y en esta época, a principios ya del verano, al final de la jornada bajan a diario a segar, a sulfatar, a recoger vegetales. Ahí se cultiva el trigo y la cebada que llevaban a los viejos molinos encalados frente al mar. Y aunque un par de ellos todavían funcionan no parece realista que ninguno de los jóvenes de Olympos vaya a ganarse la vida con más molinos.
Pero hoy ya no quedan pueblos aislados. Y menos en Grecia. Cada mañana una manda de turistas que llegan en dos autobuses desde el puerto invade Olympos. Se pasan dos o tres horas haciéndose fotos por las callejuelas encaladas y comprando souvenires, y luego se van. Quitando esas tres o cuatro horas diarias de agitación, las entrañas del pueblo se mueven como en todos los sitios así. Hay dos kafenios, pero el más influyente es el que está justo enfrente de la iglesia. Todos los hombres pasan por aquí en algún momento del día, aquí se cotillea, se negocia y se ve pasar el tiempo. Como suele suceder, mientras las mujeres trabajan, los hombres charlan y toman café.
-¿Qué le pasa al cura hoy?
-Está irritado, míralo - en efecto el cura hoy no ha entrado al café y está de pie a unos pocos metros, cobijado en una sombra con cara de enfurruñado. Bastante para llenar toda una mañana de charlas.
-Yo creo que sé lo que tiene el cura.
-¿El qué? -expectación
-Ayer Manolis puso un cartel de su restaurante delante de la iglesia. En griego y en inglés. Recuerdo que hace cinco años dijo que no quería carteles ahí.-Misterio resuelto.
En Olympos todos los hombres llevan un peine en el bolsillo de la camisa y no parece que no hubiera ni un solo habitante que tenga aún siquiera la mitad de sus dientes. La mayoría apenas tienen dos o tres dientes sueltos.
Será la alimentación, aunque la cocina de Olympos es famosa por lo saludable, al menos en verano. por más que los turistas hagan de turistas y se empeñen en pedir pescado en lo alto de esta roca aquí la especialidad diaria es de vegetales: flores de calabacín rellenas, hojas de alcaparra aliñadas, puré de lentejas, pisto,... En los días señalados se come cordero o cabrito y es menester que la carne esté tan blanda que se derrita en la boca. En invierno se come mucha más grasa y más salado.
Los inviernos de Olympos son largos y aburridos. La gente se refugia en la música. Todos los pueblos de la isla de Karpathos están llenos de virtuosos. Aquí se toca sobre todo la zambuna, que es una especie de gaita en la que la flauta se hace con un cuerno pulido. En ningún sitio la tocan tan bien como aquí y algunos del pueblo incluso han ido por el mundo dando conciertos. Suele tocarse acompañada de un laúd y una lira cretense, de esas que se tocan con arco.
Charlando con Vassilis, que es maestro de Lira y tiene un disco publicado y que viste siempre a la cretense, de negro, nos explica por qué toca. Una vez en Creta se encontró con que uno de los organizadores de un concierto acaba de morir. La viuda fue a verlo a pedirle que toca la lira en el funeral, pero él se negó: vassilis sólo toca en fiestas, no en funerales!
Las mujeres son el pilar de la sociedad de la isla. Y por eso son ellas las que, en la costumbre local, heredan propiedades y negocios. Por la noche entramos en un café donde dos señoras, Arjodula y Anatula, escuchan la radio mientras leen unas cartas. Es un programa de música tradicional. Una de ellas lo comenta  con la otra:
-El programa de hoy se ve que no es en directo, está grabado.
-Será que el presentador se ha puesto malo. Anoche tosía mucho.
-Es verdad.
A esa hora el pueblo está en calma. Una tertulia de señores charla al aire libre con el cura ya integrado y dándole al ouzo. Un viejo descansa bajo una farola. nuestras amigas comentan las cartas bajo la música de la radio.







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