El Asian Express sale los miercoles de istambul y llega a Teheran en domingo.
Esta si que es una manera decente de empezar el viaje. Es Istambul meriendo en la cantina de un hospital, al borde del Bosforo y desde alli llego en ferry al atardecer a la estacion de Haydar Pacha. Es un edificio coqueto, precioso y acogedor. Lo construyeron los alemanes como enlace entre Berlin y Bagdad. Tiene un bar que da al mar, como deberian ser todos los restaurantes de estacion del mundo.
El viaje.
Llegamos a tatvan. El bar de la la estacion de ferries junto al lago no ha cambiado nada en estos dieciocho anos desde que un abuelo turco me enseno aqui a jugar al backgamon. Sigue siendo una cantina basica donde l;os viejos se sientan a mirar llegar y salir los barcos. Hasta el manter polvoriento y los vasos pringosos parecen los mismos de hace anos.

Mientras esperamos en Van a que llegue el tren irani que sustituye al turco hablo con Marzad. Es kurdo y ha montado aqui un jardin de te. De joven era pastor, despues estuvo un par de anos en la carcel por apoyar al PKK y finalmente se instalo en este bar bordeando el lago. Enm cuanto los policias turcos que venian en el tren se van el pone en los altavoces un himno guerrero de Ahmet Kayan. Le cai bien por reconocer esa musica y me ofrecio unas hojitas parecidas al cilantro que planta en una maceta en la puerta del bar. Dice que es el perejil kurdo.

Al atardecer el restaurante del tren irani es uno de esos lugares que conmueven con la magia del instante delicioso y suave. Las conversaciones son sofocadas. Cuatro personas juegan sonrientes a los dados. Una pareja se hace confidencias en otra mesa y en otra mas una adolescente lee solitaria. Por las ventanas se filtran praderas amarillas y la luz anaranjada del atardecer. Es un oasis de tranquilidad.
Ese mismo restaurante por la noche se vuelove el cnetro social del tren. Los viajeros, que estan ya casi en su cuarta noche juntos, charl;an de mesa a mesa. Algunos se comen la lata de atun que los ferrocarriles irnies nos regalan de cena y otros miran el partido de futbol en un televisor que los camareros han conseguido sintonizar de milagro.
Al amanecer, al llegar a Teheran, la estacion son montones de despedidas, abrazos e intercambios de direcciones. Uno pone el pie en Iran esta vez mejor que nunca. Lleno ya.
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