Por mucho que uno prefiera la ciudad actual, la gente y su vida cotidiana, en praga es más fácil escapar de los turistas que de la historia. hubo un momento en la historía en que Praga fue Praga.
Hubo un momento en la historía en que en Praga gustaban especialmente las defenestraciones y los muñecos. Las defenestraciones, pese a su nombre, no exigen siempre una ventana, sino que pueden hacerse incluso desde el puente; hoy día desde cualquiera de los diecisiete puentes de la ciudad, incluidos los cuatro o cinco puramente ferroviarios (el número oscila según como se compute un puente que hay sólo para tranvías). En otra época el puente era el puente. A Juan Nepomuceno lo mataron tirándolo desde allí y aunque la tradición dice que se ahogó por la corriente uno duda de si no se daría un golpe, que aunque el Moldava (que en realidad se llama Vltava, aunque nosotros le hayamos cambiado el nombre) parece ancho como el Mississipí, yo díría que salvo un canal en medio en el resto el agua no debe cubrir más de unos pocos centímetros. A Juan lo mataron por sus supuestos amoríos con la reina, aunque la historia oficial dice que es que se negó a revelar un secreto de confesión (que no de alcoba) que ella le había contado . Igual decía la verdad porque cuando el cuerpo salió a la superficie lo enterraron y varios siglos despues al abrir la tumba su lengua se conservaba incorrupta. Aún lo está (seca como una mojama gris) y a Juan lo hicieron santo, y milagroso. Prefiero no saber quién sacó la lengua de entre los huesos, ni por qué. Incluso hay quien dice que no es lengua, sino tejido celebral. Aquí la cosa se pone escabrosa y uno decide pasar de las defenestraciones. Además, después de la primavera de Praga, hace ya cuarenta año, últimamente no se arroja a casi nadie al vacio en la ciudad.
En cambio el gusto por los muñecos y los autómatas sí ha pervivido, aunque tuvo su época dorada. La de Rodolfo segundo, ese gran rey loco; obsesionado con la astrología y los encantamientos pero gran gobernante. Para que después digan de las pitonisas. Los muñecos más famosos de la ciudad son de su época, chispa más o menos.
El niño jesús de Praga, que se lo trajeron de España (donde siempre ha habido superavit de niños jesuses) pero que, sobre todo, es de cera, señores. Un muñequito de cera, resguardado tras su vitrina y primorosamente vestido y decorado, que aún atrae multitudes. Muy del gusto del lugar.
También es de esa época el reloj del Ayuntamiento y sus muñequitos. Uno de los mayores espectáculos turísticos del mundo...y nadie sabe por qué. Cada hora en punto (ni siquiera se dejan caer en las medias y los cuartos) una masa de miles de personas esperan cámara en ristre para ver los seis o siete segundos en los que una canina tira d euna cuerda, dos muñecos dan una vuelta y canta un gallo. Resulta patético, pero el reloj, fuera de eso, tiene su gracia. Y más gracia tiene que en la época de Rodolfo (que, hay que reconocerlo, tiene nombre de reno)le añadieran un reloj planetario. la gracia se debe a que los dos mejores astrónomos de la época acabaron entonces en la ciudad. Tycho Brache, danés, rico y soberbio, se especializó en los cálculos solares, incapaz de grandes teorías. Johanes Kepler, alemán, humilde y absolutamente gafe, utilizó esos cálculos para elaborar leyes y teorías que venían a darle la razón a Copérnico. Hay un par de libros deliciosos que describen las peleas de los dos tipos: el danés grande, bigotudo y con la nariz de plata (le cortaron un cacho en un duelo) se muestra displicente con el alemán al que todo le sale mal, y lo trata casi como a un mozo. El rey entretanto, caprichoso como era, trata a ambos según el día. En todo caso ninguno de ellos intervino en la construcción del reloj astronómico del Ayuntamiento, que sigue describiendo el recorrido de los planetas como círculos alrededor de la tierra.
El tercer muñeco favorito de Praga es el Golem. La leyenda del golem, tal y como se conoce ahora, es en verdad un escrito romántico del siglo XIX, pero parece ser que la historia oralmente es más antigua. En todo caso la historia más extendida ha triunfado como si fuera verídica. No sólo se cuenta el detalle de su construcción, sino que incluso se le pone fecha exacta a su vida (si se le puede llamar vida) y muerte.
La historia del Golem, esa especie de frankestein de barro, inspiró un famoso poema de Borges y se ha hecho absolutamente famosa. No merece mucho la pena molestarse siquiera en recordarla más que por el gusto del detalle. El rabino Löw (que existió y fue sin duda el más grande de su época...la del rey Rodolfo, por cierto) consiguió la fórmula para crearlo. Como la fórmula es cabalística (y eso que la cábala en aquel momento apenas estaba naciendo, a partir de que Moises de León escribiera en España el Zohar) se le apareció en forma de frase alfabética: "Ata bra Golem Dewuk Hachomer W'tigzar Zedim Chewel Torfe Jisrael". Y allí se fue el tipo con su yerno y otro rabino al río Moldova (o Vltava, que ya podemos elegir) y hizo un muñeco de tres varas de largo "con todos sus miembros" (esa es literalmente la expresión de la leyenda romántica...que cada uno la interprete como quiera, miembros) y rezó sus palabras mágicas y surgió un bruto enorme, fuerte y mudo que defendió el ghetto de la furia católica y husita. Que los husitas eran más tolerantes con el sacerdocio femenino que con los judíos, como se ve. En Varsovia creo que hay una leyenda similar, pero allí el truco era escribirle en la frente de barro la palabra 'vida'. Cada rabí tiene su fórmula, por lo que se ve.
El Golem era bruto y sencillo. Cuando la mujer de Löw le pidió que fuera a sacar agua del río, inundó la ciudad. Y viernes que nadie le dio trabajo, se lo buscó él solito destruyendo todo lo que había a su paso. Así que se decidió extinguirlo (no sé si decir matarlo, porque no sé si estaba vivo). Lo mandaron a dormir a la buhardilla de la sinagoga, se dijeron las frases necesarias, y se convirtió en barro. Lo taparon con legajos viejos y trozos de trapo y lo dejaron allí. Así que al pasra por la sinagoga no pude evitar mirar la puerta de la buhardilla y hacerle una foto, a ver si al reverlarla salía algo del espíritu del Golem.
Sin embargo, me bastó una cerveza para darme cuenta de que la leyenda es poco fiable. Está llena de contradicciones. El golem era bobo, pero el rabino lo usaba también como intérprete de sus sueños. Prohibió que nadie lo usara para su bien particular, pero su mujer lo mandaba al río a por agua. Lo dejó en la buhardilla, pero alguien habrá limpiado ahí desde entonces, no aunque sea cuando la restauraron, porque está claro que la sinagoga (que es la más antigua del mundo) está restaurada.
Con otra cerveza más, volví a caer en la confusión. No porque se me subiera el alcohol a la cabeza, sino porque entre medias pasé por el beth chajim, el viejo cementerio judío. Era la hora de comer y nevaba ligeramente. El cementerio estaba por completo desierto pero al poco de acercarme yo a la tumba del rabino Löw llegó un grupo de estudiantes judíos de la torah. rodearon la tumba y en el silencio del bosquecillo ese empezaron a entonar cánticos ceremoniales que, como suele pasar con cualquier religión, consiguieron emocionarme a base de escalofríos. Como si existiera aún una Praga mágica.
En fin, que pena de tiempos en los que la historia se convierte, simplificada, en simple reclamo de turistas: por el puente sólo se puede pasar hasta el sitio donde tiraron al santo de madrugada o al amanecer porque el resto del tiempo es una masa compacta de gente (desde abajo, me imagino a un jubilado checo diciéndole a otro "Ese puente se va a caer. No aguanta el peso"). El Golem se ha convertido en figura de barro homologada, la atracción de los tenderetes, y el único refugio son las avenidas comunistas, cada día más vacías, más deliciosas.
Ah, mi querido amigo, nos traes el aroma de Praga, ese alma asomada a los balcones y que se agazapa en los rincones de las tabernas. Cuando estuvimos me pareció una ciudad triste, asaltada por turistas, con demasiada historia acumulada sobre sus calles, con una historia nueva, superpuesta que no es la suya, pero que aprovecha, como entre dos tiempos. Lo mejor, como dices, son las calles apartadas de los turistas, y esos edificios antiguos que sujetan el pasado.
ResponderEliminarEn la sede del antiguo Parlamento Checo, hoy museo, en una gran sala acristalada, tomamos un café casi solos, mirando las amplias avenidas, en una tarde de lluvia...y nos pareció estar en los años treinta, cuando todavía no se había conocido todo el horror, la muerte de toda esperanza y el mundo confiaba ingenuamente en que esa pléyade nueva de intelectuales, de políticos, de artistas, trajera un mundo nuevo...Concha.
Hola!!
ResponderEliminarQue cantidad de cosas aprendo cada vez que te leo :).Mola!
*Defenestración...curiosa palabra! no conocia su significado!je je je .Lanzar a alguien por la ventana! qué cosas!
Un saludo
Qué gustazo es leerte y recordar...
ResponderEliminarJuanma
Muy interesantes y curiosos los datos que aportas de esta atractiva ciudad.
ResponderEliminarSeguro que yo también estaría en todas las plazas donde poder ver esos relojes tan curiosos,
Por cierto, la foto del esqueleto está muy lograda. Sl2
¡Pero qué apasionante blog! ¡Qué alegría encontrar espacios como éste!
ResponderEliminarjeje, yo me traje un Golem de allí...¡cómo te lo montas! yo de "cura" y tú de viaje :)
ResponderEliminarArcadaç, estoy segura que lo leerás. No hay viaje más interesante que el que nos da miedo hacer. Te regalo un billete de ida hacia un metro cuarenta de espacio para llenar, de preguntas sin responder. Te lo regalo sin fecha de caducidad, sin precio, sin prisas. Es un lugar mágico, ingenuo, donde el tiempo solo sirve para medir el volumen de un beso, o el peso de una sonrisa. Es un sitio donde se te espera, y te lo digo por si quieres venir. Uska
ResponderEliminarUskaaa..llevo meses buscandote desesperadamente. por supuesto que quiero, por supuesto. es lo unico que quiero, lo que mas quiero.
ResponderEliminarPablo
Arkudaki,el viaje mas largo eres ty?
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