El viajero llega a Atenas informado a ilusionado. Porque el viajero lee los periódicos y ve la tele y sabe lo que está pasando en Atenas. Pero estar aquí no se parece en nada a imaginarse aquí. Pasear por las calles de Atenas estos días es llenarse de informaciones y de ilusión, por muy lleno que hubiera llegado uno.
La primera cosa que se aprende es que la cosa es mucho más gorda de lo que parece. En los primeros días después del asesinato de Alexis la gente que se echó a la calle descargó su furia contra todo tipo de bancos, multinacionales y negocios caros de manera extensa y concienzuda. He visto al menos siete u ocho edificios grandes, de dos o tre splantas completamente quemados, derrumbados por dentro. Además han ardido completamente muchas tiendas grandes, sobre todo de ropa, tipo Zara o H&M. Quemadas por completo. Muchísimos más negocios han sido saqueados y es prácticamente imposible encontrar una tienda por el centro de Atenas que no tenga las lunas de los escaparates rotas.
La dimensión de la revuelta es mucho mayor de lo que cuentan en los medios, y eso que después de una semana la movida parece que se va desinflando... las dos principales avenidas de la ciudad están casi permanentemente cortadas y cada día hay manifestaciones. Todos los días hay incidentes delante del Parlamento; el barrio de la Exerquía está entero liberado (u okupado, según de qué lado se mire) por los jóvenes y la policía sólo entra de noche, cuando la revuelta se acentúa mucho.
Por todo el centro de la ciudad hay permanentemente grupos de policías antidisturbios. Se quejan de que llevan una semana en la calle y los turnos que hacen sólo les dejan cinco horas de sueño.
En cuanto que el viajero se ve envuelto en los primeros incidentes se da cuenta de que a la policía le están exigiendo contención. La primera experiencia chocante es descubrir que las pandas de policías con máscara antigás, cascos y escudos y armaduras no golpean a los curiosos. Basta quedarse quieto y echarse a un lado para que la fila de brutos pase a tu lado con la porra en la mano pero te ignore soberanamente. Tampoco disparan pelotas de goma: se lo ha prohibido el gobierno que tiene pánico de cualquier herido grave. Así que el principal arma de disuasión policial son los gases lacrimógenos. Eso sí, lo usan constantemente y de manera indiscriminada. Llevan unas pequeñas mangeras que abren y con las que rocían al personal. En casos extremos tiran a mano latas de gas que parecen granadas.
El viajero que llega a Atenas estos días aprende rápido a distinguir el olor del gas y aprende también que hay poca defensa. Hasta los señores respetables van por la calle con la boca tapada, y eso ayuda cuando la nube está lejos. Pero si el gas te pilla cerca hay poco que hacer. La piel hierve debajo de la nariz y bajo los ojos, entra fatiga y uno no para de estornudar. El único remedio efectivo son unas máscaras grandes como las de los bomberos que protegen los ojos y filtran el aire.
En pocos días uno se acostumbra a esta especie de guerrilla urbana como algo natural. La ciudad sigue su curso a pocos metros de las carreras y las explosiones. Muchas tiendas reponen sus escaparates justo después de que se los rompan, pero algunas después de sufrirlo varias veces han terminado por sustituirlos por planchas de acero.
Y sin embargo la gente no está mayoritariamente en contra de las protestas. La mayoría de griegos con los que he hablado, incluyendo dueños de tiendas, artistas, padres de estudiantes y taxistas están a favor de los jóvenes. Quizás opinen que a veces se pasan pero en general apoyan la protesta y creen que tienen razón.
Durante el día hay manifestaciones multitudinarias. Miles y miles de personas. Mezclados los estudiantes de instituto con los viejos militantes comunistas. Son manifestaciones grandes y pacíficas, a lo sumo vuelan contra los ecsudos de la policía algunos huevos o globos de pintura. Como siempre los incidentes son la final y ahí los que se comprometen realmente son menos, apenas unos cientos y en su mayoría jóvenes universitarios.
La universidad, sobre todo la Politécnica y la Facultad de Derecho son los cuarteles de los manifestantes más lanzados. Están permanentemente okupadas desde hace una semana. Centenares de jóvenes viven en la Facultad. Se cocina en el patio, se come en las cafeterías, hay asambleas en las aulas más grandes y se amontonan las piedras y los ladrillos en cualquier puerta. Las calles que dan a la politécnica están todas bloquedas con coches quemados. Para llegar hasta allí la policía necesitaría, entre otras cosas, un par de excavadoras.
De hecho por todo el barrio de Exarquía hay barricadas. Sobre todo por la noche. Se improvisan lo mismo con macetas que con frigorificos viejos. Los contenedores ardiendo sirven también, pero en verdad resultan más útiles para ahuyentar el gas lacrimógeno. Cuando llega la policía se le provoca desde la esquina hasta que cargan, entonces se corre hasta la próxima esquina y se vuelve a hacer lo mismo. De noche los cocteles molotov son mucho más llamativos, resultan hasta bonitos.
Toda la alegría despaarece cuando uno se acerca al sitio donde mataron a Alexandro. El lugar se ha convertido en un pequeño santuario de velas y flores. Los compañeros han cambiado motu propio el nombre antiguo de la plaza y han puesto placas para llamarla como el joven muerto. Alrededor siempre hay una multitud en silencio que se disuelve a veces por el efecto de los gases lacrimógenos. de hecho en esa misma plaza, frente a las velas y las flores, vomité por primera vez por culpa de los gases.
En el patio edificio de la facultad de derecho y políticas había un monumento de 1973 dedicado "a los jóvenes que lucharon contra la dictadura". Alguien ha cambiado la palabra dictadura pro democracia. esta democracia.
Κάβρονές!!
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