Los chripiotas del sur son todos grandes y fuertes. Tanto que a uno se le quitan las ganas de pelear con ellos. Al menos a mí, porque lo que son sus vecinos del norte no se privan de ese gusto.
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Están locos, estos chipriotas. Lucharon todos juntos contra los ingleses pero en cuanto se fueron (bueno, se mediofueron, porque han dejado aquí muchas bases militares, los precios en libras, los enchufes planos y la extraña costumbre de conducir por la izquierda) cada uno volvió a lo suyo: los griegos a pedir la enosis (que es la anexión a Grecia) y los turcos a pedir -en respuesta- la taksim (la división en dos de la isla). El resultado es que el sur es un trocito desgajado de Grecia y el norte parece una provincia turca: en el puerto de Cirne (Kyrenia, para el resto del mundo no turco) y en el Famagusta los barcos celebran con toques de sirena los goles del Fenerbace turco en la Champions Ligue. En esta zona, el Galatasaray tiene menos seguidores, y menos aún el Anorthosis de Larnaca (equipo del sur que sí participa en el campeonato representando a Chipre) que paraliza al resto de la isla cada vez que juega. Por no tener no tienen ni un idioma común: me encuentro en Nicosia con un grupo de jóvenes de ambos lados que han participado en un encuentro de formación de líderes (evidentemente, con ese nombre, estaba promovido y financiado por la embajada norteamericana) y descubro que tienen que hablarse en inglés porque ni unos conocen el griego, ni los otros el turco.
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Y a pesar de todo, parece un único país. La famosa línea verde, que fue la del alto el fuego en 1974 y separa a los dos territorios, tiene siempre un aire de opereta bufa alrededor. Los chipriotas de uno y otro lado están de acuerdo en que lo más importante por el momento son los turistas, así que se han tenido que resignar a que bandadas de ingleses regordetes se diviertan fotografiando bunkeres, soldados, alambradas y casamatas que cada vez parecen menos fieros. El turismo arrasa hasta con los militares.
Chipre está en venta. Si volviera Lawrence Durrel no tendría tantos problemas para encontrar una casa en la que instalarse. Eso sí, dudo que al mayor de los Durrell le apeteciera instalarse en un lugar donde cada pizca de terreno que no es descaradamente árida y desértica está en promoción, venta y urbanización. Chipre se vende y la isla cada vez tiene menos encanto, o lo tiene más escondido. Las charlas de café del norte y del sur han perdido variedad cultural y no se alejan de las de cualquier pueblo de anatolia o de las islas cícladas... sólo de tarde en tarde algún detalle te devuelve a otros tiempos más ricos. Igual que algún rincón salvaje entre tanto desarrollismo hortera te lleva a la naturaleza más plena: las playas de las tortugas.
Hay una playa en el norte y otra en el sur (como todo aquí) donde anidan centenares de tortugas marinas; bobas y verdes. Las tortugas de mar sólo ponen huevos al cumplir los treinta años y tienen la costumbre de hacerlo, milla más o menos, en la misma playa donde vieron la luz. Cuando llegué a la playa de Lara (en el norte) ya habían vuelto etse año más de seiscientas tortugonas cargadas de huevos. En uno de los nidos que abrimos junto a un par de biólogos había 120 huevos de la misma tortuga. tienen el tamaño d euna pelota de ping-pong y son flexibles, como de goma. Las tortugas los entierran profundos, a más de medio metro, y los tapan con cuidado para que puedan respirar; si se anda mucho sobre los nidos las tortuguitas no pueden salir a la superficie y emprender su marcha hacia el mar. A eso venían mis dos biólogos, a abrir algunos nidos que ya habían superado las siete semanas sin que hubieran salido tortuguitas. De uno de ellos rescatamos a un puñado. Estaban envueltas aun en los huevos y hubo que pelarlas, como quien pela pipas. Muy ufanas, echaron a correr hasta el mar (ahí abajo están los videos que les hice emocionadísimo).
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No cabe duda de que muy pronto varonía volverá a abrirse. Ya se habla de recuperar la zona para el 2011, de rehabilitar los edificios y volver a traer decenas de miles de ingleses regordetes. Se irán las tortugas a sus playas recónditas, pero la masa unirá un poco más a Chipre. Como lo unen el backgamon, las narguiles, las flores de calabaza, los mezze y la melancolía.
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