Al dia siguiente me desperté en un barrio de chabolas. En concreto en una de las peores zonas de Abobo, que es uno de los peores barrios de Abiyàn.
Es el sitio màs miserable que uno haya encontrado jamàs. Y no es que no haya pasado por sitios miserables en mi vida. Esto es mucho peor que el asentamiento de El Vacie, en Sevilla. Peor que el barrio chabolista de chatarreros y prostitutas en Semarang (Indonesia); peor que los barrios malos de Potosi y mucho peor que Benin.
Si alguien creia que Africa occidental es siempre igual, se equivoco. En Benin trabajaba en un orfanato de hijos de familias con SIDA perdido en una aldea cerca de porto novo. Aquello era un lugar pobre pero inocente. Sencillo; casi inocente.
Aqui la gente ha perdido el apoyo que pueden tener en las aldeas y los pueblos africanos. Es una aglomeracion inmensa de gente hacinada en infraviviendas. Las calles, de tierra y socavones, son vertederos de basura y de aguas residuales. Las pocas viviendas que tienen banio o servicios desaguan directamente a la calle; a lo largo de kilometros uno anda pisando basura; aqui los hombres no llevan ropa hecha de telas africanas de colores, como en otros lugares, sino camisetas y pantalones viejos.
En el proyecto somos dos europeos y dormimos junto q otros dos voluntarios locales en el suelo de una de las habitaciones del centro juvenil. Es un centro diminuto, apenas tres salas y un patio. Con los suelos de cemento y hasta un water, aunque no suela haber agua. Estamos diseniando un proyecto de animacion social para los ninios del barrio, que ni estan escolarizados, ni tienen perspectivas de trabajar jamas, ni viven casi son sus familias.
Mientras todo se pone en marcha, nuestros amigos africanos nos sacan de paseo por el barrio. Me desperté y desayunamos lo que co,prqmos en un tenderente polvoriento: mandioca y salsa picante; hay que llevar tus propios platos y hacer con la mano bolitas de mandioca comprimida que uno moja en la salsa. Por supuesto que desde que llegue solo he podido beber agua del grifo: los consejos para los viajeros no valen mucho aqui.
Despues me invitaron a una boda, y fue como escaparse a un mundo un poco màs normal. Musica cubana, vino de palma y hasta una botella de whiskey. La gente es sociable y da gusto pasarse horas snetado en una silla debajo de un arbol hablando de miles de cosas.
Las mujeres africanas se mueren por engordar. Mi amiga Marianne, que es alta pero tampoco pasaria por demasiado delgada en Europa se aprieta los biceps y las tetas y se me queja de que por mucho que intenta hincharse de comer no consigue engordar. Lo dice, se zampa una cucharada màs de arroz y Marcel viene a darle la razon: nadie se casaria agusto con una chica que no tenga el culo amplio y bailon. Aqui cuando dicen curvas, quieren decir curvas; pronunciadas y hasta exageradas, en fin, cuestion de gustos.
Al volver a casa pasamos cerca de los barrios del centro y todo me recuerda a Camerun. Sobre todo los militares aue paran el coche y te retienen el pasaporte mientras me piden un regalo. Esta vez no tenemos carnets de embajada, pero a esas horas paso absolutamente de darle nada a un soldado borracho, y me hago el longui y se aburren antes que yo; en un kilometro pasamos cuatro controles iguales: los soldados borrachos son muy vagos para alejarse siquiera del cuartel.
Marcel dice que ser militar es un buen trabajo, y que le gustaria. Yo no le digo nada. Me callo y entro a nuestra chabola.
Mi buen amigo, como admiro tu capacidad para estar al otro lado...mientras aqui se habla de la crisis de la abundancia. Cuentanos al menos tu viaje y...vuelve. Un beso.Concha
ResponderEliminarEn mi casa hay una higuera, y cada agosto está cuajada de pequeños higos amarillos. Es ya un ritual, cada tarde me acerco y arranco algunos para comerlos ahí mismo. Siempre los más dulces, tanto que a veces dan nauseas. No los pelo, los abro por la mitad con los dedos, y clavo los dientes en la pulpa roja y blanda. A veces de su culito abierto rezuma una pequeña gota de resina, parece que se corren. Con la piel aún pegada en los dedos, la punzada dulzona en la boca, y la lengua impertinente buscando restos entre las muelas, me pregunto si tú también te angustias. Porque, dime, ¿qué harán ahí tus cuadernos, tus juegos, tu taller de teatro o tus canciones en inglés? ¿Crees que tu tiempo africano servirá realmente para algo más que para engordar estos blogs hambrientos de historias, a veces bien, a veces mal contadas? Te admiro, y lo sabes, pero...¿en serio no te cuestionas si lo que haces es válido, apropiado, lo justo o lo indispensable? El ego, pecoso, es un vicio encantador y peligroso... Mueve tu blanco culo transeúnte, que el picante lo irrita, y la sombra de los árboles amenazan convertirlo en la envidia de Marianne. Curra tanto, que los demás no tengamos que sentir la angustia por tí. Uska.
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